Para sostener un control adecuado, P. lilacinus requiere de una densidad de población en el orden de 1X106 UFC/g de suelo, pero se ha encontrado que aplicaciones de 2X105 UFC/g de suelo son suficientes para alcanzar controles satisfactorios. El hongo tiene la capacidad vivir en el suelo por un tiempo aproximado de dos meses; es decir que su persistencia y consecuentemente su eficacia como biocontrolador, a diferencia de otros hongos nematófagos, no está ligada a la presencia del nematodo objetivo ni de la planta hospedera. De esta manera, como la competencia en la rizósfera no es el factor clave para la eficacia en el control del P. lilacinus, es ideal para combinarlo con otros agentes de control (De la Fuente Prieto, 2018). La mayor relevancia de este hongo es como patógeno de fitonematodos, ya que causa una alta tasa de mortalidad reduciendo las poblaciones de estos fitoparasitos en los cultivos (Valencia Serna et al., 2014). Actúa sobre los nematodos al parasitar tanto huevos, como juveniles y adultos (Sirias, 2007).
Por su parte, el potencial de P. chlamydosporia como agente de biocontrol es la baja densidad de población requerida para alcanzar niveles de control eficientes, que ronda en el orden de 1X103 a 1X104 UFC/g de suelo. Su acción se circunscribe a la rizósfera, es decir que es un buen colonizador de la rizósfera; pero, contrario a P. lilacinus, un mal colonizador del suelo. La planta juega un rol muy importante ligando a P. chlamydosporia y su nematodo en una fuerte relación tri-trófica (De la Fuente Prieto, 2018). Adicionalmente, este hongo produce clamidosporas, que son estructuras de resistencia; tiene la capacidad de parasitar huevos de diferentes especies de nemátodos; y se ha identificado como capaz de colonizar endofíticamente las raíces de diferentes cultivos, con efecto sobre el crecimiento y la salud de las plantas (Arévalo et al., 2019).